Siempre hemos escuchado que la educación nos hace libres y abre nuevos horizontes de comprensión en la vida. Y en parte es verdad. Por ejemplo, leer y escribir nos enriquece, y sumar y restar son aptitudes fundamentales, aunque sea para que no te engañen al hacer la compra. Por lo tanto, es lógico que se enseñe a los niños a utilizar estas capacidades ¿Quién podría discutir esto? Son cosas obvias, y por supuesto, en este artículo no defiendo el analfabetismo. Tampoco es mi intención atacar a los muchos profesores y educadores honrados, que se dejan la piel cada día en los centros de estudio, a veces con inmensas dificultades.
Ahora bien, lo que sí debo poner en tela de juicio es la estructura del sistema educativo que padecemos en las escuelas, institutos y universidades. Y no se trata de criticar la LOMCE o cualquier otra ley educativa. Es una cuestión mucho más de fondo. Lamento decir que no se está buscando precisamente la formación de individuos libres y con capacidad crítica en estos centros (públicos, privados o concertados, lo mismo da). Más bien todo lo contrario.
Desde el primer día de curso de 1º de Infantil nos enseñaron una importante lección, que quedó grabada a fuego en la conciencia: obedecer. Y de esta forma, nos obligaron a estar sentados 6 horas diarias desde los 3 años hasta los 16 (como mínimo). Nos forzaron a memorizar miles de páginas de datos inútiles para después repetir toda esa información como papagayos. Nos pusieron a prueba en los exámenes y nos concedieron premios o castigos.
En estos primeros años de vida, el niño es curioso por naturaleza y necesita experimentar el mundo que le rodea por sí mismo, no a través de pesados libros de texto. Y, por supuesto, lo que quiere es correr, jugar, saltar, reír... hasta quedar exhausto. Todo el tiempo que sea necesario, y no solo media hora en el recreo.
Atados a un pupitre, teniendo que pedir permiso hasta para ir al servicio y con una pila de deberes cada tarde. Así es como moldea el poder al alumno, que es el trabajador/esclavo del futuro. El sistema educativo ya ha cumplido su función: mutilar la imaginación del niño y prepararle para estar 8 horas diarias sentado en una oficina.
Muchos pensarán que soy un loco o un radical por expresar estas opiniones, pero lo cierto es que solo hace falta mirar el mundo en el que vivimos para comprobar que no estamos educando a personas libres, ni de lejos. ¿Por qué nos quedamos de brazos cruzados o miramos hacia otro lado ante las injusticias que presenciamos cada día? ¿Por qué nos tragamos como sociedad las grandes mentiras de la caja tonta? ¿Por qué cuando por fin salimos a la calle a protestar, nos reprimen con dureza?
La educación es la base de todo, y esto bien lo saben aquellos que tienen el poder en sus manos. Por eso los sistemas educativos van encaminados a crear jóvenes cobardes, pasotas, sin fuerza de voluntad ni espíritu crítico. Nos quieren como fichas en su tablero, compitiendo entre nosotros y machacando al más débil.
Nos tendrán cada vez más conscientes y despiertos, denunciando sus mentiras y combatiendo al corrupto poder.
Bravo!
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